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Posted by : La Ciudad Te Habla domingo, 22 de noviembre de 2015

Colaboraciòn de Mariela Silvina Fiamingo


El martes 13 de octubre apareció muerta en su departamento a la activista trans Diana Sacayan. El encargado del edificio donde vivía la encontró atada a su cama y con “signos de violencia”. Las investigaciones para descubrir a su agresor ya comenzaron, sin embargo, hay muchas cuestiones que no se resolveran en un expediente judicial y que atañen al paradigma que domina a la sociedad y que, a pesar de leyes de avanzada a favor de los derechos de colectivos vulnerabilizados históricamente (como es el colectivo trans) aún continúa operando. La transfobia (el odio hacia sujet@s trans) es un grave problema social, que impide el desarrollo integral de l@s sujet@s que no cumplen con las normas de género aceptadas socialmente, que señala la existencia de dos sexos (mujer y hombre), que se corresponden con dos géneros (femenino y masculino).

Sí bien la Ley de Identidad de Género, sancionada en Argentina en el año 2012, declara que es el propi@ sujet@ quien tiene la potestad de adscribir a un determinado género, la estigmatización sufrida por el colectivo trans es aún una cuenta pendiente.
Con el objetivo de pedir el esclarecimiento de este asesinato pero también para denunciar la violencia que se ejerce sobre los cuerpos trans y de las mujeres, se realizó un siluetazo en la plaza de Flores, a dos cuadras de la casa de Diana. El siluetazo es una performance artística que fue pensada para dar cuenta de los cuerpos ausentes de l@s desaparecid@s durante la última dictadura militar argentina. En este sentido, tiene un rol simbólico muy fuerte, dado que representa la ausencia, la desaparición forzosa.







La concentración comenzó a las 15 hs, y, poco a poco fueron llegando l@s asistentes. Pronto, la plaza se llenó de mujeres, hombres, niños, carteles. Una chica trans, actriz, realizó una intervención artísitica donde el rojo, representativo de la sangre, cubría su ropa blanca. La escena era aterradora y movilizante a la vez.
Las condiciones de vida, generalmente asociadas a la expulsión del hogar desde que manifiestan su deseo de cambiar de apariencia a muy temprana edad, ligada a la falta de oportunidades de educación y de acceso al empleo y la salud, derivan en que la edad promedio de las trans femeninas (mujeres que nacieron con caracteres primarios y secundarios masculinos pero que se identifican con el género femenino) sea de tan solo 35 años.
La estigmatización que sufren las personas trans y del colectivo LGTBIQ en general, no se resuelve sólo con leyes. La legislación debe ser un punto de partida, un anclaje desde el cual poder demandar el cumplimiento efectivo de las normas que rigen, pero no deben tenerse como el punto de llegada. Deben ser sí, reclamadas, militadas y revisadas.

El asesinato de Diana dejó esa sensación en algunas personas que la acompañaron en su lucha cotidiana por obtener el reconocimiento y el derecho a ser y a existir. Una de sus compañeras comentó al pasar que, cuando se enteró de la noticia, tuvo la sensación de que son aún “vulnerables”. Esa fue la palabra que eligió para describir lo que sentía.

Este hecho y la represión sufrida por un grupo de mujeres durante la marcha que se realizó en el marco del Encuentro Nacional de Mujeres en Mar del Plata dejaron esa sensación de vulnerabilidad en las mujeres y colectivos como el LGTTTBIQ. Como también dejó esa sensación la noticia de los asesinatos de cuatro mujeres durante ese fatídico fin de semana del 10 al 12 de octubre. Y es la misma sensación que produce cada noticia de cada mujer asesinada por sus parejas, ex parejas o por quien sea.

Indignación, rabia, impotencia; ¿qué hacer para que no haya más asesinatos de mujeres, de trans, de put@s, de tortas?... hay una violencia basada en el género a la que hay que atender, a través de leyes pero, sobre todo, a través de una educación realmente inclusiva, no sexista, deconstructora del rígido binarismo de género que, como señaló Paul B. Preciado, es violento en sí mismo. La Ley de Educación Sexual Integral (ESI) sancionada en el año 2006, va en esa dirección, pero aún no es aplicada en muchas escuelas, según señalan l@s docentes. La concepción de dicha ley es que la educación sexual debe ser transversal, es decir, que debe atravesar todos los contenidos curriculares y no ser sólo una materia más.

Por último, quisiera reflexionar sobre estos asesinatos desde una perspectiva teórica. Es cierto que a
Diana, como a tantas trans, mujeres, homosexuales, l@s mató alguien, un sujet@ de carne y hueso; pero no es menos cierto que esas personas son “hij@s sanos del patriarcado”, como l@s llaman organizaciones feministas que consideran que el machismo está enquistado en nuestra sociedad y que violadores y asesinos de mujeres, trans y homosexuales no son enfermos sino productos de una sociedad misógina y sexista; sin que ello absuelva de culpa a l@s autores materiales del asesinato, no hay que perder de vista este punto, fundamental sí queremos comprender el fenómeno como un problema de índole social y no individual, como se lo comprendió durante muchos años en estas tierras y como se lo sigue comprendiendo en muchos lugares del mundo, donde aún se habla de “crimen pasional” o de “violencia doméstica”.

Hannah Arendt postuló su tesis de la banalidad del mal al referirse al criminal nazi Adolf Eichmann. Para la filósofa judeo-alemana Eichmann, lejos de ser el monstruo que Israel y los países y medios democráticos del mundo habían construido, era un ejecutor de ideas de un superior, un burócrata que cumplía órdenes dentro de un sistema más complejo. Así, restituyó la dimensión social del problema, que debe ser abordada también para estos asesinatos.

Diana militó durante años el cupo laboral trans, la Ley de Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad Sexual.


El año pasado, escribió un poema:
“Cuando yo me vaya
Cuando yo me vaya no quiero gente de luto. Quiero muchos colores, bebidas y abundante comida; Esa que de niñ* me hacia falta.
Cuando yo me vaya no aceptare críticas; mas razonable y serio seria que me las hagan en vida. Cuando yo me vaya desearía una montaña de flores… Esa que l*s mil amores por los que he sufrido nunca supieron regalármelas
Cuando yo me vaya no quiero farsantes en mi despedida; quiero a mis travas queridas, a mi barrio lumpen a mis herman*s de la calle, de la vida y de la lucha.. Cuando yo me vaya se que en algunas cuantas conciencias abre dejado la humilde enseñanza de la resistencia trava, sudaca, originaria.

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